
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
En el primer domingo de cuaresma, el libro de Génesis recuenta como Adán y Eva se apartaron de Dios y perdieron el paraíso. Entre el primer domingo de cuaresma y hoy, nosotros escuchamos las historias de las promesas hechas por Dios a Abraham que el seria el padre de una nación, de Moisés guiando a los Israelitas por el desierto a medida que avanzaban de la esclavitud en Egipto hasta la tierra prometida y Samuel ungiendo a David como el escogido de Dios. Estas historias apuntan de como Dios, después de la caída de Adán y Eva, no se dio por vencido sobre nosotros, pero preparado para cuando, en la plenitud de los tiempos, el Hijo del Hombre tomara nuestra carne y en un acto de perfecto amor y obediencia, se ofrezca el mismo en la cruz y resucite de los muertos a una nueva vida. En las palabras del papa Francisco: “«Cristo, mi esperanza, ha resucitado». Y en Él también nosotros hemos resucitado, pasando de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor.” (Abril 22, 2019). La nueva vida de Cristo, ahora se nos ofrece a nosotros, esta es la razón de nuestra alegría pascual.
A medida que nos reunimos en las iglesias a través de nuestra diócesis en el domingo de pascua, una alabanza especial, antes del evangelio, será dada al Cordero Pascual, al Cristo Resucitado, quien se ofreció a Si mismo en la cruz. Son las palabras de pascua de secuencia del siglo undécimo que incluyen lo siguiente:
¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!
Vengan a Galilea, allí el Señor aguarda.
Primicia de los muertos, sabemos
por tu gracia que estás resucitado;
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana
y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
Amen. Aleluya.
Celebremos que “Cristo resucitó de veras.” Y que siempre estemos consolidados en seguir a Cristo no tanto a Galilea, pero si en una nueva vida del Cristo resucitado que se nos da a nosotros a través del bautismo, en la muerte y resurrección de nuestro Señor. Unámonos a San Pablo en proclamar, como él proclamo a los Gálatas: “Ya no vivo yo, sino que en mi vive Cristo”.
Felices y Benditas Pascuas. ¡Cristo, nuestra esperanza, ha resucitado! Amen. Aleluya.
Fielmente suyos en Cristo
Monseñor William E. Koenig, D.D.
Obispo de Wilmington