
Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo:
Mientras celebramos la Navidad este año, con corazones llenos de admiración ante el misterio de la natividad del Señor, también conmemoramos el 1700º aniversario del Concilio de Nicea, en el que la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, proclamó que Jesús es “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios Verdadero de Dios Verdadero”.
En Navidad, esto no es simplemente una frase de un credo, sino el corazón palpitante de la temporada. Cuando los obispos de Nicea defendieron la verdad de que Jesús es plenamente divino, no se trataba solo de un punto de teología abstracta, sino para salvaguardar lo que celebramos en Navidad – que, en Cristo, Dios se despojó de Sí mismo y se hizo plenamente humano.
El mismo Dios que creó las estrellas ahora nos alcanza con unas manitas de niño. El mismo Dios que mantiene todas las cosas en existencia ahora duerme en un pesebre. El mismo Dios Eterno, que transciende todo tiempo, ha nacido en el tiempo y en el espacio.
En un mundo que se había separado de Dios, “Dios de Dios” entra para atraernos de nuevo hacia Él. En un mundo agobiado por la división y la oscuridad, “Luz de Luz” ha amanecido y “las tinieblas no la han vencido” (Juan 1:5). En un mundo abrumado por la incertidumbre y en búsqueda de sentido, “Dios Verdadero, de Dios Verdadero” ha entrado.
El Niño de Belén es el Hijo Eterno que ha venido a este mundo para que podamos llegar a ser hijos de Dios. Por la gracia de nuestro Bautismo, renacemos y entramos en la vida de ese Niño de Belén, el Hijo Eterno, Jesucristo nuestro Señor. Y por nuestro Bautismo, la Luz de Cristo ahora arde dentro de cada uno de nosotros.
Que reciban la Luz de Cristo con esperanza renovada, y que reflejen esa luz con alegría renovada. Que sus hogares sean lugares de paz y sus familias se renueven en el amor.
Que las naciones se esfuercen por alcanzar el bien común. Que la Luz de Cristo ilumine nuestra diócesis y nuestra Iglesia y nos una cada vez más profundamente en el amor de Cristo.
Con mi gratitud hacia todos ustedes, mis oraciones y mis mejores deseos para que pasen una Bendita y Santa Navidad, soy,
Fielmente suyos en Cristo,
Reverendísimo William E. Koenig, D.D.
Obispo de Wilmington









